Para una artesanía de la incertidumbre

Hay por delante toda una lógica del material para aprender porque las cosas sobrellevan una inteligencia propia. [1]

 

Comenzamos a arriesgar esta hipótesis cuando notamos que las cajas de madera reutilizadas con las que empezamos a construir poseían unas huellas que nos permiten percibir particularidades y oportunidades de transformación que no se encuentran en los dibujos. Fue el inicio del trabajo dentro de una vía artesanal por fuera de lo que la enseñanza académica había puesto delante nuestro en los años de formación en la universidad.

 

Pero lo que ajusta esa voluntad de acción, como variable de origen, no fue otra cosa que la necesidad. En aquellos años, las situaciones de crisis económica y dificultad laboral en los habituales sistemas de empleo llevaron las condiciones personales de subsistencia hacia los límites. Construir con lo que se tiene a mano y con nuestras manos terminó siendo la alternativa al intento fallido por integrar los sistemas habituales de mediación de la disciplina.

 

Lo que en teoría significa la acumulación de las diez mil horas en la práctica de una misma actividad, que Sennet expone como garantía de la habilidad, puede significar un estándar de comodidad en el cobijo que ofrece la reiteración de una misma tarea. Pero lo cierto es que la relación entre construcción y proyecto desata una dinámica de reiteración de diferencias -sostenidas por coyunturas específicas-, que arroja la relación con las cosas directamente hacia las personas conformando una envolvente de variables en constante despliegue. Todo lo contrario a un camino de certezas.

 

El acercamiento al trabajo manual y la autoconstrucción tiene que ver con la voluntad puesta en entender cómo funcionan y cómo se pueden reparar las cosas. Hacer sin estar esperando una mediación, aprovechar la posibilidad directamente, se tradujo a la conformación de distintas acciones colectivas alentadas en la incertidumbre con el deseo de que las construcciones se transformen en instituciones -aunque sea en una instancia muy pequeña en tiempo y espacio-, para salir del mundo de lo personal al mundo colectivo. Así la construcción también se transformó en un evento y la preocupación por transformar cajas en sillas, en la decisión por encontrar motivos para sentar a conversar en ellas a grupos de personas.

 

Devenido en acción política incierta, lo más cercano a este tipo de trabajo sigue siendo el impulso por la acción lúdica en la idea de la argumentación de la incertidumbre como material de signo opuesto a la presunta certeza del proyecto y, como tal, objeto inteligente a desentrañar.

 

 

Gustavo Diéguez y Lucas Gilardi. Buenos Aires. Julio 2013.

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[1] Comentario extraído de la conferencia del 17 de mayo de 2012 dictada en el ciclo Modos de Práctica. Allí elegimos para la charla el título Práctica Artesanal, confirmando nuestra identificación con el libro El artesano de Richard Sennet.

Editado en Ciro Najle y Anna Font. Archivos de Arquitectura. Modos de Práctica 01. Práctica Artesanal. A77. Gustavo Diéguez y Lucas Gilardi. Escuela de Arquitectura y estudios Urbanos. Universidad Torcuato DiTella. Buenos Aires, 2013.